Sulem Estrada, maestra de secundaria
El argumento principal de las SEP para imponer el programa Aprende en Casa II es el derecho de las NNA a la educación, ¿pero realmente se garantiza?
En la reunión del Consejo Técnico Escolar Extraordinario con el que las y los maestros del país iniciamos el ciclo escolar 2020-2021 uno de los argumentos principales que utilizaron las autoridades educativas para imponer el programa Aprende en Casa II es que no puede suspenderse ni detenerse el derecho de las niñas, niños y adolescentes (NNA) a recibir educación.
El secretario de educación pública parte de una valoración positiva del programa Aprende en Casa que dista mucho de la opinión de la mayoría de las y los maestros que lo aplicamos. Nosotros sabemos que la mayoría de las y los alumnos no tuvieron posibilidades de realizar las actividades y que no pueden tener el acompañamiento de sus padres, pues estos trabajan durante casi todo el día para llevar comida a su mesa, aun con el riesgo que implica con la pandemia pues desafortunadamente no hubo una política que garantizara que las familias tuvieran un sustento económico sin arriesgarse.
La comunicación y el acompañamiento de las y los maestros fue muy complejo pues la desigualdad económica que viven las familias provoca que un numero muy importante no tenga acceso a internet, computadora o teléfonos celulares que puedan utilizarse como herramientas para el aprendizaje. Asimismo, esta modalidad implicó para las familias una ardua labor que aunada a las difíciles condiciones que sostiene la mayoría de la población ocasionó estrés y ansiedad, sobre todo para las madres de familia, pues siguen siendo quienes se encargan mayoritariamente de las labores domésticas y de cuidados.
En el caso donde los alumnos realizaron las actividades, éstas tampoco garantizaron que adquirieran los aprendizajes esperados, que por otro lado no fueron modificados para aportarle a los niños, niñas y adolescentes a entender y afrontar la situación vivida durante la pandemia.
Las autoridades educativas, apropiándose de nuestras críticas, hoy plantean que somos insustituibles por lo que seremos un “elemento fundamental” para la educación a distancia, sin tomar en cuenta la realidad que vivimos las y los maestros, pues algunos hemos perdido familiares, nos hemos enfermado, vivimos situaciones de estrés, padecemos las consecuencias económicas de la crisis, pues nos hemos convertido en el sostenimiento principal de nuestras familias, padres, madres y hermanos que fueron despedidos y muchas otras situaciones que estamos enfrentando.
La pedagogía de la teleeducación
Otro aspecto importante que las autoridades educativas están dejando de lado y que para nosotros es muy importante es el pedagógico. Varios especialistas han señalado ya el enorme retroceso que implica pensar en la educación como algo que sólo se recibe, esto es ignorar el complejo proceso de enseñanza-aprendizaje. Mirar al alumno como mero receptor de contenidos y a los maestros como meros diseñadores y evaluadores de las actividades que realicen las y los niños muestra no solo un profundo desconocimiento de las teorías cognitivas y pedagógicas, sino un enorme desprecio hacia la labor educativa que engloba procesos muchísimo más complejos, además se deja de lado la necesaria socialización entre pares y con las y los docentes de los aprendizajes, pues la comunicación a distancia requiere forzosamente acceso a las tecnologías y la mayoría de las y los alumnos no lo tienen garantizado.
Frente a este escenario vale la pena preguntarse si realmente el programa Aprende en Casa II garantizará el derecho a la educación de nuestros alumnos y alumnas o si lo que hará será profundizar aún más la desigualdad y la brecha —que la misma SEP reconoce que existe.
Desde nuestro punto de vista, el programa Aprende en Casa II y la educación a distancia —virtual, híbrida o en cualquier otra modalidad que implique que no sea presencial, lo cual tiene una razón de ser tomando en cuenta los procesos cognitivos de los seres humanos— lejos de garantizar el derecho a la educación lo vulnerarán, pues profundizarán la desigualdad, abrirán aún más la brecha entre quienes tienen las posibilidades —no sólo de prender la tele, pero incluso de esto también— de tener acceso a internet, a libros, a intercambio con otras y otros, al apoyo y ayuda de sus padres, y quienes no las tengan, que serán quienes se rezaguen aún más.
Las y los maestros somos quienes estamos más conscientes del derecho a recibir educación de nuestras niñas, niños y adolescentes en las mejores condiciones y es por ello que nuestra principal preocupación, además de preservar la salud de todos y todas, es que las medidas que se establezcan no generen mayor desigualdad ni contribuyan a generar mayor rezago por lo que pensamos que debemos oponernos a la imposición de este programa, pues estas medidas en realidad encubren, como denunciamos desde que comenzó este programa el ciclo escolar pasado, que lo que interesa realmente a la SEP no es el aprendizaje de las y los alumnos, sino minimizar el impacto de lo que la pandemia en realidad está ocasionando, como lo es la pérdida de miles de vidas humanas, millones de empleos y las terribles consecuencias que esto tendrá para las y los trabajadores, dando la apariencia de que nada se ha detenido y de que se puede continuar como si nada pasara.
Debemos exigir que el ciclo escolar inicie cuando existan las condiciones para un proceso real de enseñanza-aprendizaje en términos académicos, es decir, cuando sea seguro y no implique ningún riesgo para la comunidad escolar volver a clases presenciales. Mientras tanto las y los docentes que estemos en posibilidades podríamos desarrollar actividades no obligatorias, ni sujetas a calificación, que puedan aportar a la reflexión crítica frente a la situación actual, brindando herramientas para afrontarla, junto a actividades lúdicas, culturales y artísticas que contribuyan a la contención emocional.
*Sulem Estrada es maestra de secundaria integrante de la Agrupación Magisterial y Normalista Nuestra Clase y de la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas.