Supongamos que es posible elegir, por ejemplo, la mirada. Supongamos que usted puede librarse, asà sea por un momento, de la tiranÃa de las redes sociales que imponen no sólo qué se mira y de qué se habla, también cómo mirar y cómo hablar. Entonces, supongamos que usted levanta su mirada. Más arriba: de lo inmediato a lo local a lo regional a lo nacional a lo mundial. ¿Lo mira? Cierto, un caos, un desbarajuste, un desorden. Entonces supongamos que usted es un ser humano; vaya, que no es una aplicación digital que, velozmente, mira, clasifica, jerarquiza, juzga y sanciona. Entonces usted elige qué mirar… y cómo mirar. Pudiera ser, es un supositorio, que mirar y juzgar no sean lo mismo. Asà que usted no sólo elige, también decide. Cambiar la pregunta de “eso, ¿está mal o bien?â€, a “¿qué es eso?â€. Claro, la primera cuestión lleva a un debate sabroso (¿todavÃa hay debates?). Y de ahà al “Eso está mal –o bien- porque yo lo digoâ€. O, tal vez, hay una discusión sobre qué es el bien y el mal, y de ahà a los argumentos y citas con pie de página. Cierto, tiene usted razón, eso es mejor que recurrir a “likes†y “manitas arribaâ€, pero le he propuesto cambiar el punto de partida: elegir el destino de su mirada.
Por ejemplo: usted decide mirar a los musulmanes. Puede usted elegir, por ejemplo, entre quienes perpetraron el atentado contra Charlie Hebdo o entre quienes marchan ahora por los caminos de Francia para reclamar, exigir, imponer sus derechos. Puesto que usted ha llegado a estas lÃneas, es muy probable que se decante por los “sans papiersâ€. Claro, también se siente usted en la obligación de declarar que Macron es un imbécil. Pero, obviando ese rápido vistazo hacia arriba, usted vuelve a mirar los plantones, campamentos y marchas de los migrantes. Usted se pregunta por el número. Le parecen muchos, o pocos, o demasiados, o suficientes. Ha pasado de la identidad religiosa a la cantidad. Y entonces usted se pregunta qué quieren, por qué luchan. Y aquà usted decide si acude a los medios y las redes para saberlo… o les escucha. Suponga que les puede preguntar. ¿Les pregunta usted su creencia religiosa, cuántos son? ¿O les pregunta por qué abandonaron su tierra y decidieron llegar a suelos y cielos que tienen otra lengua, otra cultura, otras leyes, otro modo? Tal vez le respondan con una sola palabra: guerra. O tal vez le detallen lo que esa palabra significa en su realidad de ellos. Guerra. Usted decide investigar: ¿guerra dónde? O, más mejor. ¿por qué esa guerra? Entonces le abruman con explicaciones: creencias religiosas, disputas territoriales, saqueo de recursos o, simple y llanamente, estupidez. Pero usted no se conforma y pregunta por quién se beneficia de la destrucción, del despoblamiento, de la reconstrucción, de la repoblación. Encuentra los datos de diversas corporaciones. Investiga a las corporaciones y descubre que están en varios paÃses, y que fabrican no sólo armas, también autos, cohetes interestelares, hornos de microondas, servicios de paqueterÃa, bancos, redes sociales, “contenido mediáticoâ€, ropa, celulares y computadoras, calzado, alimentos orgánicos y no, empresas navieras, ventas en lÃnea, trenes, jefes de gobierno y gabinetes, centros de investigación cientÃfica y no, cadenas de hoteles y restaurantes, “fast foodâ€, lÃneas aéreas, termoeléctricas y, claro, fundaciones de ayuda “humanitariaâ€. Usted podrÃa decir, entonces, que la responsabilidad es de la humanidad o del mundo entero.
Pero usted se pregunta si el mundo o la humanidad no son responsables, también, de esa marcha, plantón, campamento de migrantes, de esa resistencia. Y llega entonces a concluir que, puede ser, es probable, tal vez, es un sistema Ãntegro el responsable. Un sistema que produce y reproduce el dolor, a quienes lo infligen y a quienes lo padecen.
Ahora vuelva usted la mirada a la marcha que recorre los caminos de la Francia. Suponga que son pocos, muy pocos, que sólo es una mujer que carga un su pichito. ¿Le importan ahora su creencia religiosa, su lengua, sus ropas, su cultura, su modo? ¿Le importan que sea sólo una mujer que carga su pichito en brazos? Ahora olvÃdese de la mujer por un momento y enfoque su mirada sólo en la criatura. ¿Importa si es varón o hembra u otroa? ¿Su color de piel? Tal vez descubra usted, ahora, que lo que importa es su vida.
Ahora, vaya más allá, después de todo ya llegó usted hasta estas lÃneas, asà que unas más no le harán daño. Ok, no mucho daño.
Suponga que esa mujer le habla y usted tiene el privilegio de entender lo que le diga. ¿Usted cree que ella le exigirá que le pida perdón por el color de su piel de usted, su creencia religiosa o no, su nacionalidad, sus antepasados, su lengua, su género, su modo? ¿Usted se apresura a pedirle perdón por ser quien es? ¿Espera que ella le perdone y usted regrese a su vida con esa cuenta saldada? ¿O que ella no le perdone y usted se diga “bueno, al menos lo intenté y estoy sinceramente arrepentido de ser quien soy�
¿O teme que ella no le hable, que sólo le mire en silencio, y usted sienta que esa mirada le pregunta “¿Y tú, qué?�
Si llega usted a este razonamiento-sentimiento-angustia-desesperación, entonces, lo lamento, usted no tiene remedio: usted es un ser humano.
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Aclarado asà que usted no es un bot, repita el ejercicio en la Isla de Lesbos; en el Peñón de Gibraltar; en el Canal de la Mancha; en Nápoles; en el rÃo Suchiate; en el rÃo Bravo.
Ahora mueva su mirada y busque Palestina, Kurdistán, Euskadi y Wallmapu. SÃ, lo sé, marea un poco… y no es todo. Pero en esos lugares, hay quienes (muchos o pocos o demasiados o suficientes) también luchan por la vida. Pero resulta que conciben la vida ligada inseparablemente a su tierra, a su lengua, su cultura, su modo. A eso que el Congreso Nacional IndÃgena nos enseñó a llamar “territorioâ€, y que no es sólo un pedazo de tierra. ¿No tiene la tentación de que esas personas le cuenten su historia, su lucha, sus sueños? SÃ, lo sé, tal vez sea mejor para usted recurrir a Wikipedia, pero ¿no le tienta el escucharlo directamente y tratar de entenderlo?
Regrese ahora a eso que está entre los rÃos Bravo y Suchiate. Acérquese a un lugar que se llama “Morelosâ€. Un nuevo acercamiento de su mirada al municipio de Temoac. Enfoque ahora la comunidad de Amilcingo. ¿Mira usted esa casa? Es la casa de un hombre que en vida llevó el nombre de Samir Flores Soberanes. Frente a esa puerta fue asesinado. ¿Su delito? Oponerse a un megaproyecto que representa muerte para la vida de las comunidades a las que pertenece. No, no me equivoqué en la redacción: Samir es asesinado no por defender su vida individual, sino la de sus comunidades.
Más aún: Samir fue asesinado por defender la vida de generaciones que aún no son ni pensadas. Porque para Samir, para sus compañeras y compañeros, para los pueblos originarios agrupados en el CNI y para nosotras, nosotros, nosotroas, zapatistas, la vida de la comunidad no es algo que transcurra sólo en el presente. Es, sobre todo, lo que vendrá. La vida de la comunidad es algo que se construye hoy, pero para el mañana. La vida en la comunidad es algo que se hereda, pues. ¿Usted cree que la cuenta se salda si los asesinos –el intelectual y el material- piden perdón? ¿Piensa que su familia, su organización, el CNI, nosotr@s, quedaremos conformes con que pidan perdón los criminales? “Perdónenme, yo lo señalé para que los sicarios procedieran a ejecutarlo, y siempre he sido un boquiflojo. Veré de corregirme, o no. Ya les pedà perdón, ahora quiten su plantón y vamos a completar la termoeléctrica, porque si no, se va a perder mucho dinero†¿Usted supone que eso esperan, esperamos, que por eso luchan, luchamos? ¿Para que pidan perdón? ¿Que declaren “disculpen, sÃ, asesinamos a Samir y, de paso, con este proyecto, asesinamos a sus comunidades. Ya pues, perdónenos. Y si no nos perdonan, pues no nos importa, el proyecto se tiene que completarâ€?
Y resulta que los mismos que pedirÃan perdón por la termoeléctrica, son los mismos del Tren mal llamado “Mayaâ€, los mismos del “corredor transÃstmicoâ€, los mismos de presas, minas a cielo abierto y centrales eléctricas, los mismos que cierran fronteras para detener la migración provocada por las guerras que ellos mismos alimentan, los mismos que persiguen al Mapuche, los mismos que masacran al Kurdo, los mismos que destruyen Palestina, los mismos que disparan a los afroamericanos, los mismos que explotan (directa o indirectamente) a trabajadores en cualquier rincón del planeta, los mismos que cultivan y enaltecen la violencia de género, los mismos que prostituyen a la niñez, los mismos que le espÃan a usted para saber qué le gusta y venderle eso -y si no le gusta nada, pues hacen que le guste-, los mismos que destruyen la naturaleza. Los mismos que quieren hacerle creer, a usted, a los demás, a nosotr@s, que la responsabilidad de ese crimen mundial y en marcha, es responsabilidad de naciones, de creencias religiosas, de resistencia al progreso, de conservadores, de lenguas, de historias, de modos. Que todo se sintetiza en un individuo… o individua (no olvidar la paridad de género).
Si se pudiera ir a todos esos rincones de este planeta moribundo, ¿qué harÃa usted? Bueno, no sabemos. Pero nosotras, nosotros, nosotroas, zapatistas, irÃamos a aprender. Claro, también a bailar, pero una cosa no excluye a la otra, creo. Si hubiera esa oportunidad estarÃamos dispuest@s a arriesgarlo todo, todo. No sólo nuestra vida individual, también nuestra vida colectiva. Y si no existiera esa posibilidad, lucharÃamos por crearla. Por construirla, como si de un navÃo se tratara. SÃ, lo sé, es una locura. Algo impensable. ¿A quién se le ocurrirÃa que el destino de quienes resisten a la termoeléctrica, en un pequeñÃsimo rincón de México, le podrÃa interesar a Palestina, al Mapuche, al vasco, al migrante, al afroamericano, a la joven ambientalista sueca, a la guerrera kurda, a la mujer que lucha en otra parte del planeta, al Japón, a China, a las Coreas, a OceanÃa, a la Ãfrica madre?
¿No deberÃamos, en cambio, ir, por ejemplo, a Chablekal, en Yucatán, al local del Equipo Indignación, y reclamarles: “¡Ey! Ustedes son de piel blanca y son creyentes, ¡pidan perdón!â€? Casi estoy seguro de que responderÃan: “no hay problema, pero esperen su turno, porque ahora estamos ocupad@s en acompañar a quienes se resisten al Tren Maya, a quienes sufren despojos, persecución, cárcel, muerte.†Y agregarÃan:
“Además tenemos que atender la acusación que el supremo nos hace de que estamos financiadas por los Iluminatti como parte de un complot interplanetario para detener a la 4Tâ€. De lo que sà estoy seguro es que usarÃan el verbo “acompañarâ€, y no los de “dirigirâ€, “mandarâ€, “conducirâ€.
¿O deberÃamos mejor invadir las Europas al grito de “¡rÃndanse cara-pálidas!â€, y destruir el Partenón, el Louvre y el Prado y, en lugar de esculturas y pinturas, llenar todo de bordados zapatistas, especialmente de cubre bocas zapatistas –que, dicho sea de paso, son eficaces y bonitillos-; y, en lugar de pastas, mariscos y paellas, imponer el consumo de elotes, cacaté y yerba mora; en lugar de refrescos, vinos y cervezas, pozol obligatorio; y quien salga a la calle sin pasamontañas, multa o cárcel (sÃ, opcional, porque tampoco hay que exagerar); y exclamar “¡A ver, esos rockeros, marimba obligatoria! ¡Y desde ahora puras cumbias, nada de que reggaeton (¿le tienta, verdad?)! ¡A ver tú, Panchito Varona y Sabina, los demás a los coros, arránquense con “Cartas Marcadasâ€, y en loop, aunque nos den las diez, las once, las doce, la una, las dos y las tres… y ya, porque mañana hay que madrugar! ¡Oyes otro tú, ex rey pies-en-polvorosa, deja en paz a esos elefantes y ponte a cocinar! ¡Sopa de calabaza para toda la corte! (lo sé, mi crueldad es exquisita)?
Ahora dÃgame: ¿usted cree que la pesadilla de los de arriba es que les obliguen a pedir perdón? ¿No será que lo que les puebla el sueño de cosas horrendas es que desaparezcan, que no importen, que no se les tome en cuenta, que sean nada, que su mundo se desmorone sin apenas hacer ruido, sin nadie que les recuerde, que les erija estatuas, museos, cánticos, dÃas de guardar? ¿No será que les da pánico la posible realidad?
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Fue de las pocas veces que el finado SupMarcos no recurrió a un sÃmil cinéfilo para explicar algo. Porque, no están ustedes para saberlo, ni yo para contarles, el difunto podÃa referir las etapas de su corta vida, cada una, a una pelÃcula. O acompañar una explicación sobre la situación nacional o internacional con un “como en la pelÃcula talâ€. Claro, más de una vez tenÃa que recomponer el guión para que se ajustara a lo narrado. Como la mayorÃa de nosotros no habÃamos visto el filme referido, y no tenÃamos señal para consultar en los celulares la wikipedia, pues le creÃamos. Pero no nos desviemos del tema. Esperen, creo que lo dejó escrito en alguno de esos papeles que saturan su baúl de los recuerdos… ¡Aquà está! Va pues:
“Para entender nuestro empeño y el tamaño de nuestra osadÃa, imaginen que la muerte es una puerta que se cruza. Habrá muchas y variadas especulaciones sobre lo que hay detrás de esa puerta: el cielo, el infierno, el limbo, la nada. Y sobre esas opciones, decenas de descripciones. La vida, entonces, podrÃa ser concebida como el camino hacia esa puerta. La puerta, la muerte pues, serÃa asà un punto de llegada… o una interrupción, el impertinente tajo de la ausencia hiriendo el aire de la vida.
A esa puerta se llegarÃa, entonces, con la violencia de la tortura y el asesinato, el infortunio de un accidente, el penoso entornar la puerta en una enfermedad, el cansancio, el deseo. Es decir, aunque la mayorÃa de las veces se llegaba a esa puerta sin desearlo ni pretenderlo, también serÃa posible que fuera una elección.
En los pueblos originarios, hoy zapatistas, la muerte era una puerta que se plantaba casi al inicio de la vida. La niñez se topaba con ella antes de los 5 años, y la cruzaba entre fiebres y diarreas. Lo que hicimos el primero de enero de 1994 fue tratar de alejar esa puerta. Claro, hubo que estar dispuestos a cruzarla para lograrlo, aunque no lo deseáramos. Desde entonces todo nuestro empeño ha sido, y es, por alejar esa puerta lo más posible. “Alargar la esperanza de vidaâ€, dirÃan los especialistas. Pero vida digna, agregarÃamos nosotr@s. Alejarla hasta lograr colocarla a un lado, pero muy adelante del camino. Por eso dijimos al inicio del alzamiento que “para vivir, morimosâ€. Porque si no heredamos vida, es decir camino, ¿entonces para qué vivimos?â€
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Heredar vida.
Eso es precisamente lo que le preocupaba a Samir Flores Soberanes. Y eso es lo que puede sintetizar la lucha del Frente de Pueblos en Defensa del Agua y de la Tierra de Morelos, Puebla y Tlaxcala, en su resistencia y rebeldÃa contra la Termoeléctrica y el llamado “Proyecto Integral Morelosâ€. A sus demandas de detener y desaparecer un proyecto de muerte, el mal gobierno responde argumentando que se perderÃa mucho dinero.
AhÃ, en Morelos, se sintetiza la confrontación actual en todo el mundo: dinero versus vida. Y en ese enfrentamiento, en esa guerra, ninguna persona honesta deberÃa ser neutral: o con el dinero, o con la vida.
Asà que, podrÃamos concluir, la lucha por la vida no es una obsesión en los pueblos originarios. Es más bien… una vocación… y colectiva.
Vale. Salud y que no olvidemos que perdón y justicia no son lo mismo.
Desde las montañas de Los Alpes, dudando qué invadir primero: ¿Alemania, Austria, Suiza, Francia, Italia, Eslovenia, Mónaco, Liechtenstein? Nah, es broma… ¿o no?
El SupGaleano practicando su “gómito†más elegante.
México, Octubre del 2020.
Del Cuaderno de Apuntes del Gato-Perro: Una montaña en alta mar.Parte I: La balsa.
“Y en los mares de todos los mundos que en el mundo son,
se miraron montañas que se movÃan sobre el agua y, con el
rostro negado, mujeres, hombres y otroas sobre ellasâ€.
“Crónicas del mañanaâ€. Don Durito de La Lacandona. 1990.
Al tercer intento fallido, Maxo quedó pensativo y, después de unos segundos, exclamó: “Quiere lazoâ€. “Te lo dijeâ€, obvió Gabino. Los restos de la balsa flotaban dispersos, chocando unos con otros al gusto de la corriente del rÃo que, haciendo honor a su nombre de “Coloradoâ€, se pintaba del barro rojizo que arrancaba de las orillas.
Llamaron entonces a un escuadrón miliciano de caballerÃa, que llegó al ritmo de la “Cumbia Sobre el RÃo Suenaâ€, del maestro Celso Piña. Fueron empatando los lazos e hicieron dos tramos largos. Mandaron a un equipo del otro lado del rÃo. Amarrados sus lazos a la balsa, ambos grupos podrÃan controlar el trayecto del navÃo sin que acabara deshecho, arrastrado el manojo de troncos por un rÃo que ni siquiera se daba por enterado del intento de navegación.
El despropósito en curso surgió después de que se decidió la invasión…, perdón, la visita a los cinco continentes. Y pues ya ni modos. Porque, cuando se votó, y al final el SupGaleano les dijo “están locos, no tenemos barcoâ€, Maxo respondió: “hacemos unoâ€. Rápido empezaron a hacer propuestas.
Como todo lo absurdo en tierras zapatistas, la construcción del “barco†convocó a la banda de Defensa Zapatista.
“Las compañeras van a morir miserablementeâ€, sentenció Esperanza, con su ya legendario optimismo (en algún libro la niña encontró esa palabra y entendió que era para referirse a algo horrible e irremediable, y la usa al contentillo: “Mis mamaces me peinaron miserablementeâ€, “La maestra me puso tache miserablementeâ€, y asÃ), cuando al cuarto intento, la balsa se desmadejó casi inmediatamente.
“Y los compañerosâ€, se sintió el Pedrito obligado a añadir, dudando si la solidaridad de género era conveniente en ese destino… miserable.
“Nahâ€, replicó Defensa. “Compañeros como quiera repones, pero compañeras… ¿dónde vas a encontrar? Compañera, de veras compañera, no cualquieraâ€.
La pandilla de Defensa estaba colocada estratégicamente. No para contemplar los avatares de los comités para construir el barco. Defensa y Esperanza tenÃan tomada de las manos a Calamidad, quien ya habÃa intentado dos veces lanzarse al rÃo para rescatar la balsa, y en ambas fue tacleada por el Pedrito, el Pablito y el amado Amado. El caballo choco y el gato-perro fueron arrollados desde el arranque. Se preocupaban innecesariamente. Cuando el SupGaleano vio que llegaba la horda, asignó 3 pelotones de milicianas en la orilla del rÃo. Con su habitual diplomacia y sin dejar de sonreÃr, el Sup les dijo: “Si esa niña llega al agua, todas muerenâ€.
Después del éxito en el sexto intento, los comités probaban cargando la balsa de lo que llamaron “cosas esenciales†para el viaje (una especie de kit de supervivencia zapatista): un costal de tostadas, panela, un costalillo de café, algunas bolas de pozol, un tercio de leña, un trozo de nailon por si llueve. Quedaron contemplando y se dieron cuenta de que algo faltaba. Claro, no tardaron en traer una marimba.
Maxo fue donde el Monarca y el SupGaleano revisaban unos diseños de los que les contaré en otra ocasión y dijo: “OÃ, Sup, quiere que les mandes carta a los del otro lado: que busquen lazo y que lo empatan para que esté un buen de largo, y lanzan hasta acá y entonces desde las dos orillas vamos moviendo el “barcoâ€. Pero quiere que se organizan, porque si cada quien lanza una cuerda por su lado, pues nomás no llegan. Quiere que los empatan pues, y organizadosâ€.
Maxo no esperó a que el SupGaleano saliera de su desconcierto, y tratara de explicarle que habÃa una gran diferencia entre una balsa hecha con troncos amarrados con bejuco, y un barco para cruzar el Atlántico.
Maxo se fue a supervisar la prueba de la balsa con toda la impedimenta. Discutieron quién subÃa para probar con personas, pero el rÃo latigueaba con un rumor tétrico, asà que optaron por hacer un muñeco y trincarlo en medio de la embarcación. Maxo era como el ingeniero naval porque, hace años, cuando una delegación zapatista fue a apoyar el campamento Cucapá, se metió al Mar de Cortés. Maxo no explicó que casi se ahoga porque el pasamontañas se le pegó a nariz y boca y no podÃa respirar. Cual viejo lobo de mar explicó: “es como un rÃo, pero sin corriente, y más doble, un buen tanto, como la laguna de Miramarâ€.
El SupGaleano estaba tratando de descifrar cómo se dice “lazo†en alemán, italiano, francés, inglés, griego, euskera, turco, sueco, catalán, finlandés, etc., cuando la mayor Irma se acercó y le dijo “ponle que no están solasâ€. “Ni solosâ€, agregó el teniente coronel Rolando. “Ni soloasâ€, aventuró la Marijose, que llegó para pedir a los musiqueros que hagan una versión del Lago de los Cisnes pero en cumbia. “AsÃ, alegre pues, que se bailen pues, que no esté triste su corazónâ€. Los musiqueros preguntaron qué cosa es “cisnesâ€. “Son como patos pero más bonitillos, como que estiraron mucho su pescuezo y asà quedaron. Que sea que son como jirafas pero caminan como patosâ€. “¿Se comen?â€, preguntaron los musiqueros, que sabÃan que ya era la hora del pozol y sólo habÃan llegado para dejar la marimba. “¡Cómo crees!, los cisnes se bailanâ€. Los musiqueros se dijeron que una versión de “pollito con papas†podrÃa servir. “Lo vamos a estudiarâ€, dijeron, y se fueron a tomar pozol.
Mientras tanto Defensa Zapatista y Esperanza convencÃan a Calamidad de que, puesto que el SupGaleano estaba ocupado, su champa estaba vacÃa y era muy probable que hubiera escondido un paquete de mantecadas en la caja del tabaco. Calamidad dudaba, asà que tuvieron que decirle que allá podrÃan jugar a las palomitas. Se fueron. El Sup les vio alejarse, pero no se preocupó, era imposible que encontraran el escondite de las mantecadas, ocultas bajo bolsas de tabaco hongueado, y, dirigiéndose al Monarca y señalando unos diagramas, le preguntó “¿Estás seguro de que no se hunde? Porque se ve que va a estar pesadoâ€. El Monarca quedó pensando y respondió: “De repenteâ€. Y luego dijo, serio: “pues que lleven vejigas, asà flotan†(nota: vejigas = globos).
El Sup suspiró y dijo: “más que un barco, lo que necesitamos es un poco de corduraâ€. “Y más lazoâ€, añadió el SubMoy, que iba llegando justo en el momento en que la balsa, hasta el tope de carga, se hundÃa.
Mientras en la orilla el grupo de Comités contemplaba los restos del naufragio y la marimba flotando patas arriba, alguien dijo: “suerte que no subimos el equipo de sonido, ése es más caroâ€.
Todos aplaudieron cuando salió a flote el muñeco de trapo. Alguien, previsor, le habÃa puesto, bajo los brazos, dos vejigas infladas.
Doy fe.
Miau-Guau.